Las selecciones nacionales, representantes de banderas y escudos, de adscripciones e identidades, activan políticamente a sus individuos. Para lo bueno y lo malo. El caso más reciente es el de los seguidores argelinos, tras la derrota sufrida a manos del conjunto egipcio. Pero incluyendo una novedad; la activación de argelinos que, lo son, pero su nacionalidad es otra. Franceses de origen argelino. de segunda y hasta tercera generación, provocaron importantes disturbios en las ciudades de Grenoble, Lyon y Marsella. En esta última incluso, tuvo lugar la quema de varias embarcaciones en el puerto deportivo de la ciudad.
Aparece aquí la relevante cuestión de las dobles identidades. Estos sujetos, protagonistas en los últimos años de destacados incidentes públicos cuya base explicativa se sitúa en el ámbito del arraigo (su falta concretamente), son considerados franceses a todos los efectos. Se incluyen en los censos de electores franceses, acuden, o al menos tienen derecho a ello, a escuelas francesas y la seguridad social que les brinda cobertura es también la gala. Como hemos dicho, su carné de identidad los cataloga como ciudadanos franceses. Sin embargo, esta identidad oficiosa choca de frente con lo que estos sujetos sienten.
La mayoría de las letras de rap compuestas por los jóvenes pertenecientes a este colectivo, denominado en ocasiones como la "racaille", subrayan esta consideración. No son franceses y, de hecho, odian al Estado francés, al que culpan de su exclusión social.
La mencionada ciudad de Marsella es un importante lugar de aglutinamiento para este tipo de personas, a consecuencia del elevado porcentaje de población emigrada que allí habita. Igual sucede en los suburbios de París.
Los incidentes de la quema de coches de hace unos años pusieron de manifiesto la relevancia, y el peligro, de que una nación albergue en su seno sujetos nacionalizados que, sin embargo, tienden o aspiran a distanciarse, erosionando en numerosas ocasiones, el Estado al que desde el prisma jurídico pertenecen. La doble identidad de estos individuos no se traduce, en los casos de que hablamos, en una doble lealtad. Es dificil manifestar lealtad hacia el organismo que constantemente se ataca y hacia el cual se practica el desapego. En cambio, ese ataque a comercios o la quema de embarcaciones de recreo después del partido entre Egipto y Argelia muestra a las claras la deriva que las emociones identitarias toman en el caso de estos jóvenes. A pesar de la distancia, a pesar que en muchos casos no conocen la lengua árabe y ni siquiera han estado nunca en Argelia, Francia no se les aparece como la madre patria que, para quienes creen en el buen ensamblaje y funcionamiento de las sociedades multiculturales, cabría esperar. La realidad de estos grupos de jóvenes difiere de manera sustantiva de la del inmigrante medio. De hecho, ellos no son inmigrantes. Puede que ni siquiera sus padres, que los inmigrantes sean sus abuelos. Visten al estilo occidental, suelen no ser practicantes religiosos y acostumbrar a vivir de la economía sumergida más sucia. Encuadrados en los suburbios, conforman parte de ese porcentaje de excluidos sociales de la periferia.
Dobles o triples identidades, producto directo de un mundo globalizado.