Un anuncio televisivo, de un vino tinto de verano para más señas, nos ha servido de detonante para interrogarnos acerca de la identidad andaluza (si es que ésta existe como tal).
En dicho comercial, de apenas unos segundos, un sujeto azuza el producto mientras deleita al espectador con una expresión tópica y típica. Para nuestro gusto, demasiado tópica y demasiado típica. Pero la expresión perfecta si lo que se quiere es perpetuar la sempiterna imagen del sujeto andaluz graciosete y chistoso. Que muy probablemente era la intención de los anunciantes de la bebida.
Es muy dificil romper con la concepción arquetípica del ser andaluz poco amigo del trabajo, íntimo de las verbenas y siempre simpático cuando algunos, no pocos, de los andaluces son los primeros interesados en mantener esta idea.
Que a decir verdad, tiene que ver con la realidad, pero sólo con una parte de ella. En efecto, romerías como "El Rocío" o "La Virgen de la Cabeza" congregan a decenas de miles de andaluces en torno a guitarras, trajes de faralaes, buen fino y mejor jamón. Y en cientos de chiringuitos de playa y bares de tapas podemos encontrar cada noche un ambiente de lo más sano, ameno y distendido. La alegría forma parte del carácter andaluz. Así ha sido y será, en buena medida gracias al fantástico clima del que podemos disfrutar en esta tierra. El sol anima la sonrisa.
Pero esta seña de identidad, por supuesto no exclusiva, tiende demasiadas veces a mezclarse con la concepción peyorativa antes referida. Concluyendo en una generalización profundamente errónea sobre el andaluz.
Y como hemos indicado, hay muchos sectores interesados (no sabemos por qué) en el mantenimiento de la misma. Ver el canal autonómico de televisión, la mayoría de sus programas, hace que con facilidad uno corrobore lo que aquí afirmamos. Emisiones del tipo "Se llama copla" o "La hora de Manu" aupan triunfalmente el catetismo más casposo que se pueda imaginar. Chistes fáciles y simples, tópicos, tópicos y más tópicos. He aquí el resumen de lo que podemos encontrar. El ente autonómico, al servicio evidente de la administración también autonómica, cumple una función clara; mantener la imagen de Andalucía dentro de los cánones de lo folclórico y chabacano.
El enemigo está en casa. Por eso no debe resultar raro que la idea de la identidad andaluza se asocie fundamentalmente a algunos rasgos de típo lúdico-festivos. Y cuando no es así, se trata de vincular a los andaluces a un único periodo histórico. O se trata de plagiar nacionalismos que si de por sí son el lamentable fruto de una manipulación romanticista, adquieren la firme consideración de irrisorios cuando se importan a Andalucía.
Nosotros no sabemos si es posible sentenciar la existencia de una identidad propiamente andaluza. Con características homogéneas en el ámbito lingüistico, cultural, histórico o étnico. Y ello porque Andalucía no puede ser considerada desde un único prisma.
Pero de lo que si estamos seguros es que Paz Padilla no pasa por ser la mejor embajadora de esta tierra. Al igual que también estamos seguros, segurísimos, de que romanos, vándalos e íberos también anduvieron por estos lares.