viernes, 16 de noviembre de 2007

¿La verdad?


Pocos minutos después de la lectura de la sentencia final del 11-M, cientos de titulares y noticias volaban a la velocidad de la luz desde redacciones de televisiones y periódicos a primeras planas y cabeceras de telediarios.
De entre todo ese tumulto informativo, sobresalía una idea que planeaba por la mente de muchos; se acabó.
Y es que se trataba del último paso para que de manera oficial se diera por concluída, al menos de momento y a la espera del recurso, toda acción de justicia relativa a estos terribles atentados.
Sin embargo, la sensación para algunos fue pasajera. Sólo tres condenas milenarias, unos pocos años o decenios para otros y varias absoluciones, en algunos casos como el de "El egipcio", cuando menos llamativas, sabían verdaderamente a poco, sobre todo para un grupo considerable de familiares de víctimas directas.
El tratamiento que no obstante dieron determinados medios de comunicación al hecho se alejaba sustancialmente de esta posición. Se hablaba tajantemente de -la verdad- y el -final definitivo- del 11-M. Para los informativos de La Sexta, quedaba rotundamente claro que la justicia había triunfado. Los culpables muertos en el piso de Leganés o de camino a prisión, y las víctimas correspondiente indemnizadas. Así de simple. Iñaki Gabilondo tiraba de prensa internacional para corroborar a través de la comparativa con rotativos foráneos de prestigio que todo había acabado como había de ser, con la justicia haciendo su trabajo, sin más vuelta de hoja. Aquellos veinte folios de resumen de la sentencia equivalían sin más a -la verdad-. Y que nadie ose refutar esta cuasidivina afirmación, pues será condenado al castigo de sus oídos con el descalificativo de moda entre la progresía de este país; conspiracionista.
Y aquí puntualizamos. Que no piense nadie que queremos con esto defender teorías alternativas sobre los atentados puestas de relieve por concretos periódicos y radios. Dios nos libre de entrar de fondo en esa dinámica.
Nuestra intención es más sencilla. Volviendo a los informativos de Gabilondo, y en respuesta al ya famoso interrogante sobre los autores intelectuales del atentado, el noticiero de PRISA mostró presto y veloz la opinión de un leguleyo de medio pelo, de esos que tanto abundan y más sobran en nuestro país, que decía que en la mayoría de delitos de cierta envergadura se obviaba a lo largo del proceso y en la sentencia la figura del autor intelectual. Y no habría inconveniente alguno en esta afirmación de no ser porque con ella se estaba comparando, por ejemplo, un asalto a un banco con el mayor atentado terrorista jamás vivido en Europa. Un atentado tras el que sin duda alguna están grupos con una ideología y objetivos concretos. Algo sobre lo que la investigación judicial no ha concluído nada claro. Ello, unido al hecho de que es más que respetable y legítimo dudar de que personas como un traficante magrebí amigo de la vida nocturna sea un elemento clave para la comisión del atentado, hace que esta verdad verdadera nos sepa a muy poco. Como también nos sabe a poco el monumento de Atocha o las cada vez menos concurridas conmemoraciones anuales. Es más, en general es este país aquello que encontramos desustanciado, mediocre hasta el hastío.
Un ataque con la gravedad que reportan casi 200 muertos no ha sido motivo suficiente para superar actitudes rancias y comportamientos estúpidos. Y quizás sea esta una de las pocas verdades que ha arrojado aquel desgraciado día, toda una verdadera lástima.