miércoles, 12 de noviembre de 2008

Terminó el show

Se acabó el espectáculo; los mítines casi diarios, las riadas de seguidores inundando las calles con ese inconfundible estilo americano que a los europeos se nos hace casi esperpéntico y, lo más preocupante y detestable, finalizaron los programas especiales, los 10 minutos de información continuada en nuestros telediarios y las páginas exclusivas en los periódicos.
¿Se producirá ese verdadero cambio casi revolucionario que todo el oficialismo político y millones de ingenuos vaticinaban? Apostamos a que no. Así lo explicamos en un artículo hace no mucho.
Y así parecían crroborarlo los inquietantes silencios de un representante del partido demócrata a las "comprometidas" preguntas de un reportero español.
En lo que nos interesa, o más bien, en lo que a nosotros nos ha de interesar, hemos comprobado a lo largo de meses como la globalización, pese a las crisis económicas y los vaticinios necrológicos de algunos pensadores, presenta todavía una buena salud. Noticias al minuto y un ambiente electoral en las calles de países situados a miles de kilómetros del Tio Sam. Una conexión extrema. Y no sólo en el aspecto informativo; los líderes políticos españoles se daban de codazos por felicitar en primer lugar al vencedor mestizo de los comicios.
¿Reacción de nuestro Gobierno? Satisfacción absoluta; Barack es un progre a la americana y ahora nos llevaremos mejor con los Estados Unidos. Pero a nosotros lo que más nos ha inquietado ha sido el discurso de felicitación de nuestro ilustre Presidente, en el cual afirmaba que ahora le tocaba estar a Europa a la altura de las circunstancias, y responder a la señal lanzada por los norteamericanos.
Nefasto, sin duda. Y volvemos a remitirnos a otro artículo; el ocaso europeo. Europa, querido ZP, no será nada trascendente hasta que usted, sus homólogos y en general todos los europeos tomemos conciencia de que para construir nuestro futuro no tenemos que mirar a ningún otro lado. Nuestra fortaleza surgirá de la creencia férrea en un Ser europeo, en una Europa indepediente, con sus propios intereses, y alejada, cuanto más mejor, de un país que representa la antítesis de lo que ha sido, al menos hasta hace unas décadas, nuestro continente.
Terminó el show, lamentablemente, no así la estupidez.