La semana pasada, a cuenta del rifi-rafe televisivo entre La Sexta e Intereconomía, el presidente de la Asociación de Periodistas de Madrid realizó unas declaraciones en las que arremetía contra la falta de profesionalidad de estos dos medios en particular, y del pésimo nivel de este oficio en general. Síntoma inequívoco de que a los periodistas en sentido estricto, cuantitativamente una especie amenzada, les empieza a picar en demasía el rumbo que está tomando la profesión.
Ya hemos dedicado algún que otro artículo en el blog a esta cuestión, pero la programación diaria, la superación constante de esperpentos en -prime time-, obliga a aumentar la contundencia de los comentarios. Cuando en busca de mayores cuotas de audiencia se saltan todas las vallas de la ética, el sentido común y el respeto, dentro de una loca competición entre cadenas, los comentarios comedidos pasan a ser un sinsentido. Ayer mismo, un programa nocturno de Telecinco, emisora carnicera por excelencia, jugaba a los detectives con padres desesperados y acusaciones al aire de por medio. Hoy, los informativos de La Sexta desarrollarán veinte minutos de guión tendencioso y simplista. Y mañana, Cuatro desarrollará un nuevo formato estúpido para hacer creer a los jóvenes que bailar con ropa rapera delante de una cámara es realizar un sueño.
Manipulación, ausencia de rigor, falta absoluta de objetividad, suplantación de profesionales o amarillismo. Estos son algunos de los ingredientes con los que trabaja el cóctel televisivo. Pero un cóctel capaz de condicionar agendas, políticas e institucionales, y crear corrientes de opinión entre masas de personas. E ahí el peligro. Y he ahí el motivo por el que una regulación exhaustiva de calidad y contenidos es lo que echamos en falta. Eso, además del cierre ipso facto de determinadas cadenas, verdaderas productoras de inmundicia masiva y contaminación visual. Todo por la audencia, y cuanto más escabroso y sensacionalista mejor.
¿Qué hacer ante ese lema? Muy, muy fácil. No ver la tele.
Existiendo películas como Los 300, DVD´s de Zetazeroalfa o Massimo Morsello, libros de Benoist, de Jünger, de Sunic, revistas como Disidencias o Nihil Obstat, artículos de Reverte los fines de semana y música alternativa por doquier, la pregunta se transforma en ¿quién quiere ver la televisión?