domingo, 26 de agosto de 2007

Estupidez y humor. Bendita conjugación.


Tiene que ser fantástico eso de de vivir en la necedad continua. Que la mente de uno mantenga siempre unos parámetros lineales planos, sin altibajos. Inventar un mundo profundamente simple, y acomodarse a él. Ello no puedo sino generar envidia en nosotros. Cuantos problemas, cuantas precoupaciones se ahorrarán aquellos que consigan vivir en la más absoluta estupidez.

Decía Goethe sobre esto que contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano. Y no le faltaba ápice alguno de razón. Quizás sea por lo que tiene de confortable el obrar como un estúpido, por el ahorro de juicio crítico sobre nuestros pensamientos y acciones.

Algunos de los que formamos esta asociación quisimos hacer un pequeño experimento sobre esta temática, si bien los resultados eran fácilmente pronosticables a priori. El mismo consistía en comprobar la reacción de los denominados "colectivos antifascistas" ante nuestra actividad propagandística. Como decimos, esa reacción era más o menos previsible. Y es que, tal y como suponíamos, la actividad "antifascista" no se caracteriza precisamente por la originalidad, ni en las formas ni en el fondo. Comprobamos que daba igual el mensaje que vertiéramos, ya fuera la exigencia del derecho a una vivienda digna o el cese de los flujos ilegales de inmigración, la crítica a la especulación bancaria o la reivindicación de una pensión digna para los taxidermistas. La respuestas apuntaban siempre en la misma dirección; el "antifascismo manda" y nosotros éramos unos racistas ignorantes. El razonamiento es simple hasta el extremo. Para los "antifascistas" cualquier consigna acompañada de algún símbolo identitario debe ser eliminada, pues no es más que una manifestación de un brote de racismo criminal. Y ello aunque se trate de lemas como "Anticapitalismo Militante", da lo mismo. Al igual que un niño de 5 años, en un acto de asociación mental básica, identifica una vacuna como algo negativo, los "antifascistas" al uso entienden igualmente que cualquier propaganda acompañada de, por ejemplo, una cruz céltica, es igualmente dañina. Aunque posteriormente la vacuna proteja al niño de la enfermedad y la normalización de la vivienda exigida en el cartel también beneficie al "antifascista". Nuestras suposiciones, por tanto, quedaron confirmadas en un alto grado. Los "antifascistas" por regla general adolecen de una grave estupidez. Pero por si las conclusiones no fueran suficientemente claras y evidentes, hemos descubierto estos días que hay sujetos que quieren ir más allá. En un alarde de indigencia mental digno de admirar, ha hecho su aparición en escena "Respuesta Anarquista Joven", grupo dedicado, como el lector imagina instantáneamente, a la lucha antifascista, concretizada en nosotros mismos. Dudoso honor que nos corresponde, el ayudar a dotar un poco de sentido la existencia de estos individuos. Y es que uno podría llegar a deseperarse, a pensar que la raza humana está fatalmente condenada. Sin embargo, conviene ahorrarse irritaciones en balde. Ante tal muestra de patanismo y ausencia aguda de discernimiento, el humor se presenta como la receta más eficaz. Nada mejor que unas buenas carcajadas entre amigos. Y es que si la risa otorga salud, estos jovenes revolucionarios nos están regalando años de vida.

Algo que no podemos sino agradecer.

Porque poca gente puede dudar ya que la actitud del "antifascismo" hoy en día camina irremediablemente hacia el ridículo más estrepitoso. Mientras vivimos procesos económicos y políticos a nivel global que cambian el mundo de una manera vertiginosa, estos grupos siguen empeñados en cazas de fantasmas que no llevan a ningún lado, en buscar esvásticas y camisas pardas debajo de las piedras. Dando lugar a un movimiento sin norte, sin esencia alguna, sin alma. Anacronismo en estado puro y duro. Aquello del "No pasarán" en un tiempo de mercados globales, de índices nikeis y Dow Jones. Así es su desdicha, el motivo de nuestra risa.