domingo, 30 de diciembre de 2007

El "New Flame" y Gibraltar

El buque chatarrero New Flame, de bandera panameña, y que lleva más de dos meses encallado en aguas gibraltareñas, al extremo sureste de la Bahía de Algeciras, lleva vertidas en total más de 91 toneladas de carburante desde el accidente, recogidas en su mayoría de las playas algecireñas de El Rinconcillo y Getares.
Este esperpento de metal, que a duras penas consigue alzarse unos metros sobre las aguas del estrecho, se está convirtiendo en el enésimo desastre ecológico en esta Bahía, con el agravante de que la situación de desamparo para el medio marino parece tender a prolongarse como consecuencia de la absoluta ineficacia de las administraciones española y gibraltareña, amén de la soberbia incompetencia de ésta última.

Entre tiras y aflojas, y acusaciones recíprocas entre los gabinetes andaluz y gibraltareño, los días siguen pasando sin que se acuerde una solución a este grave problema, mientras las asociaciones ecologistas locales denuncian que parte de las 42.000 toneladas de metal que contenía el buque han podido comenzar a desprenderse como consecuencia del temporal vivido en la zona en los últimos días.

Pero quizás lo más flagrante del caso sea la actitud adoptada por el ejecutivo de la roca, que además de intentar calmar la situación a base de ficticios informes de "técnicos gibrlatareños", se exime de responsabilidad alguna en las consecuencias que este caso está conllevando para una bahía tan castigada como la de Algeciras. Algo verdaderamente curioso, sobre todo cuando son las aguas territoriales de Gibraltar aquellas donde el buque camina hacia el desastre. No obstante, sólo queda confiar en la lejana posibilidad que el gobierno español ejerza una presión a la altura de las circunstancias, y que el gobierno de Peter Caruana, tan presto a las mesas de negociación sobre soberanía pero sumamente lento y fantasmagórico a la hora de solventar los problemas acaecidos en su territorio, tome de una vez cartas en el asunto.


Desde Respuesta Joven lo tenemos claro, y, valga la redundancia, nuestra respuesta queda clara en la foto que acompaña.