La semana pasada, en el informativo de a medio día de Cuatro, tuvimos la oportunidad de comprobar uno de los ejercicios de funambulismo periodístico peor ejecutados en mucho tiempo.
Ahora bien, diremos en favor de los informadores que el reto era complicado.
La noticia trataba el tema de la violencia de género, concretamente la nefasta continuidad que se experimenta en los datos sobre asesinatos de mujeres. A este respecto comentaron que en el 2007 habían sido 74 las asesinadas, y que la última de ellas en el 2008 era de nacionalidad extranjera. El asunto empezaba a complicarse, ya que a continuación había que aclarar que el asesino tampoco era español. Y peor aún, los datos que tenían sobre la mesa indicaban que el 25% (1 de cada 4) de los homicidas era extranjero. Pero la cosa no mejoraba, ya que en lugar de guardar silencio, indicaron que en relación a los datos de población total, teniendo en cuenta la diferencia entre españoles e inmigrantes, éstos últimos atentaban cuatro veces más contra la vida de las mujeres. Y claro, llegados a este punto había que arreglar un poco las cosas. La opción elegida para ello por el presentador fue lanzar al aire la siguiente pregunta; -¿Qué estamos haciendo mal con respecto a este colectivo?- Esta cuestión, lejos de orientar la información hacia la corrección política, dejó un cierto sabor a paternalismo europeo frente a los que vienen de fuera. En efecto, la pregunta recordaba a esos momentos en los que un padre comprueba con pena que su hijo es un delincuente y se pregunta en qué momento de su educación ha podido errar. Por eso, inmediatamente, hubo que salir con aquello de -no queremos criminalizar a nadie-. Esto es, tirar la piedra y esconder la mano. A continuación, se dio paso a otra noticia que nada tenía que ver con el tema.
Ciertamente, no sabemos que pudo pasar por la cabeza de los guionistas de los informativos a la hora de redactar la noticia. Si uno se encuentra con una información cuyo contenido no encaja con la línea que sigue el programa, existen dos buenas opciones; obviar la noticia o maquillarla como tan habitualmente hacen estos medios. Pero dar a conocer unos datos que no gustan para luego intentar restarles importancia con tópicos improvisados, no es una salida muy brillante. Además, puede dejar bastante confusos a los televidentes de estos informativos, una parte considerable de ellos "zapateristas" convencidos. Por eso, señores informadores, eviten este tipo de ridículos. Cuando una noticia les cause sarpullidos y picores, manipúlenla con esa eficaz y casi inadvertida ejecución a la que nos tienen acostumbrados.