Y es lógico. Aunque para un país ex-comunista y azotado en los últimos lustros por las guerras, es un sueño tentador, muy tentador, un proceso político como el que representa la incorporación a la Unión Europea, las maneras con las que está operando esta organización internacional han cimentado una fuerte oposición.
Nicolic encabeza a esa parte de los serbios cansados de esa dinámica de chantajes tipo: "Sólo entraréis en la UE si ponéis empeño en buscar a Ratko Mladic y demostráis que aborrecéis vuestro pasado inmediato" o "Buena parte de vuestras opciones de ingreso en nuestro prestigioso club dependen de que aplaudáis la independencia de Kosovo". Chantaje poco, o nada, disimulado, como demuestran las declaraciones de la ex-fiscal del TPI de La Haya para la Antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, en su última entrevista. Donde afirmaba como exigencia necesaria un comportamiento serbio acorde a las demandas europeas para plantear su ingreso en la UE.
Hay quien ha planteado una victoria de Nicolic como un retroceso importantísimo dentro de la normalización política de este país. Y por supuesto, hay quien va más allá azuzando viejos fantasmas. Sin embargo, en caso de que el candidato del Partido Radical Serbio repita victoria en la segunda vuelta, lo más probable es que no suceda nada destacable, salvo, claro está, un notabilísimo desaire a los burócratas y estrategas que habitan en la capital belga. Y es que, ese 49,6% de los votos obtenidos por Nicolic, no representa sino, utilizando un símil futbolístico, el gol de la honra para el pueblo serbio.