jueves, 7 de febrero de 2008

El aborto y los imbéciles

Hasta el gorro acaba uno de las continuas declaraciones que nos brinda con tanta profusión la progresía más progresista de este país. Lo más recomendable ante tanta necedad, si no se quiere acabar completamente asqueado, sería utilizar la indiferencia en su grado máximo. Sin embargo, hay cosas que llegadas a tal extremo, sacan por completo de quicio. Y así nos ha ocurrido. En medio de la polémica sobre el tema del aborto, puesto en boga por los medios de comunicación tras el desmantelamiento de varias clínicas abortivas barcelonesas, hemos escuchado a no se quien representante de no se cual organización pro-abortista llegar a afirmar, como colofón a la sarta de estupideces que ante los micrófonos se han ido sucediendo, que el aborto no es ni más ni menos que un derecho humano innegable. Ahí queda eso. Aquellos temerarios del -Nosotras parimos, nosotras decidimos- se atreven a hablar en clave de derechos humanos. Quienes defienden el libre arbitrio para decidir sobre cómo y cuándo tiene derecho a nacer un ser humano, hablan de derechos humanos. Quienes aspiran a trivializar mediante su facilitación máxima una decisión como la de brindar o no la oportunidad de nacer, hablan de la innegabilidad de ese "derecho". Quienes hacen apología sonriente de una acción triste, última y trascendente, pretenden dotar de humanidad a sus aspiraciones.
Imbéciles. Estúpidos trasnochados, iluminados por una idea de progreso rancia y vacua donde las haya. Que les lleva a pedir la positivización de una práctica como el aborto dentro de una esfera jurídica en la que el texto supremo de la misma comienza diciendo en su artículo 1 que -Todos los seres humanos nacen libres e iguales...-.
Sin embargo, no se puede esperar menos por parte de estos individuos cuando nuestro querido Bernart Soria, revolucionario de primera fila con carnet en las nuevas aplicaciones médicas, tarda menos de una semana en tranquilizar y apoyar al colectivo de clínicas abortivas por el terrible acto inquisitorial de que el poder judicial, en base a pruebas e indicios, habra diligencias contra quien se enriquece a costa de la mala praxis médica.
Esperpéntico cuando menos.