Una fecha histórica. Desde la Sexta a la 1 de TVE, ésta fue la frase más escuchada desde las 8 de la tarde entre las cadenas televisivas que ofrecieron el debate entre los dos máximos aspirantes a la presidencia de nuestro gobierno.
Desde luego, la historicidad no fue tal por el contenido del debate. Previsible, lleno de tópicos y falto de propuestas. Sin embargo no queremos unirnos desde este humilde blog a esos centenares de análisis que desde hace unos días se han sucedido. No, nuestro comentario va dirigido a la aureola de ese cara a cara. Al envoltorio periodístico del mismo. A esas horas y horas de televisión basura que rodearon el encuentro propiciadas, paradojicamente, no por periodistas del mundo rosa, sino por aquellos quienes se supone "honran" esa profesión (en horas bastante bajas, por cierto). Los programas especiales sobre el debate dieron una muestra clara donde las haya de la indigna situación en la que se encuentra el periodismo de corte político. Decenas de supuestos analistas hicieron gala de manera simultánea de una lamentable capacidad de reduccionismo, simplismo y manipulación de todo a 100. Resulta irónico que quienes criticaron con profusión la falta de aportaciones por parte de los candidatos tardaran apenas 2 o 3 minutos en superar la rancia discusión que nos brindaron los cabezas de partido. Zambulléndose de lleno en la dinámica del -y tu más-, de este gobierno hizo esto y el otro aquello. Salvo unas pocas expeciones, nombremos aquí a Fernando Onega, la práctica totalidad de los tertulianos comenzaron sus intervenciones atacando con argumentos partidistas standart a uno de los dos candidatos, generalmente al del Partido Popular. Las ideas y argumentaciones prefabricadas flotaron en el aire durante varias horas; Aznar y las Azores, el PSOE y su diálogo con ETA y bla, bla, bla. Contaminación y más contaminación. A la que contribuyeron, por si no fuera poco, los editores y realizadores de los programas con la inclusión de encuestas express y otros medios de recuento de opiniones. La simplicidad alcanzó tal extremo, que los presentadores nos ofrecían los "resultados" de los e-mails y sms que llegaban hasta las redacciones como si bastaran para pulsar de manera empírica hacia que lado de la balanza se inclinó el debate. El esperpento fue tal que en Cuatro, Iñaki Gabilondo, hubo de puntualizar y recordar a una de sus reporteras que esos "resultados" carecían de carácter científico. Recordatorio que de nada sirve si a continuación se muestra un sondeo realizado por TNS/Demoscopia al que se concede la mayor de las credibilidades. Y es que, por si alguien lo ha olvidado, dichos sondeos gozan de carácter empírico únicamente en cuanto a la metodología empleada en su realización, como técnicas cuantitativas de investigación social, y no en lo referido al fondo. Recordemos una regla fundamental; en las ciencias sociales, las disciplinas que operan con la realidad social, no existen leyes exactas.
Y al igual que este, se sucedieron no pocos ejemplos más de como el periodismo de nuestro país contribuyó ese histórico día a empequeñecer un poco más, si es que se puede, el sentido crítico y la capacidad reflexiva de nuestro mundo político.
No es la clase política lo único que aquí huele a podrido.