miércoles, 20 de agosto de 2008

¿Dónde está la humanidad?

Hoy la desgracia ha vuelto a tocar con sus fatales dedos a España. Más de un centenar largo de personas han perdido la vida en un trágico accidente aéreo en el aeropuerto madrileño de Barajas. Decenas de familias rotas y unas imágenes que jamás hubiéramos querido contemplar. Desafortunadamente, hemos asistido a uno de esos momentos que, para mal, no se olvidan en la vida.
Y lo que puede ser aun peor, hemos asistido a la corroboración de la absoluta falta de alma en algunos. La indignación del que esto escribe es mayúscula tras haber observado el tratamiento que, con carácter general, ha recibido este terrible suceso.

La incesante machaconería con que los telediarios y avances especiales han repetido los pocos datos de los que disponían comenzaba a inquietar. La falta de precisión a la hora de comentar las fuentes también irritaba. Sobre todo la negra competición por ver quien era la primera cadena en dar el balance más elevado de cifras. Las conexiones con reporteros de tres al cuarto, cuyos comentarios improvisados en su mayoría faltaban de sobremanera a la sensibilidad requerida para la transmisión de una información tan delicada, sacaban a uno de sus casillas.

Pero el comprobar como los familiares que entre llantos y sollozos llegaban a los aeropuertos de Madrid y Las Palmas para obtener información eran recibidos como futbolistas al uso, con una aglomeración de cámaras, micrófonos, focos y preguntas absurdas ha sido la gota que ha colmado el vaso. ¿Cómo de subnormal hay que ser para acercar un micrófono a alguien que con toda seguridad ha perdido a un ser querido y preguntarle cómo se siente? Y puede que estos reporteruchos, porque no tienen otro nombre, sigan en efecto órdenes, siendo al fin y al cabo unos simples empleados. Pero, desde luego, que poca dignidad hay que tener, cuan poco hay que quererse, para cumplir esas órdenes.

Y en cuanto a esos que ordenan, no se trata ya de una cuestión de ética, elemento indispensable en una profesión como la de periodista aunque olvidado casi desde sus comienzos, sino de básica humanidad. De solidaridad y condescendencia con aquél que sufre. ¿Información humana, sin repetir hasta la saciedad cifras escabrosas y enfocar hasta la última lágrima de los afectados? Eso es de otro planeta. O cuando menos de otro país. Aquí parece ser que hemos de conformarnos con una panda de necios que, desde los despachos lujosos de dirección y presidencia hasta los micrófonos y cámaras a pie de calle, hacen de la basura, lo visceral y sensacionalista su modo de vida.

Para evitar ser injustos, vaya desde aqui nuestro reconocimiento a los 4 periodistas (número literal) que ven en la información seria y contrastada el mejor modo de realizar su trabajo. Al resto, periodistas, guionistas, reporteros y directivos de cadenas de televisión y periódicos, vaya también desde aquí el mayor y más absoluto desprecio. No valeis nada.


A todos aquellos que en estos momentos sufren, sólo desearles el coraje y la fortaleza suficiente. Descansen en paz las almas de todas las víctimas.
PD: La imagen utilizada no corresponde a una víctima; los familiares de esta mujer finalmente no se vieron implicados en el accidente.