Dice uno de los refranes más populares de nuestro país "cría cuervos y te sacarán los ojos". Advirtiendo sobre los peligros de alimentar y procurar cuidados a quienes, más pronto que tarde, atentarán contra su sustentador.
La pitada y abucheos al himno de España durante la final de la copa del Rey se adapta bastante al esquema de este refrán. A nadie puede sorprender que los grupos separatistas catalanes y vascos hicieran campaña conjunta para promover esta acción. Ni tampoco que el seguimiento de la misma fuera más que aceptable, en forma de miles de silbidos e insultos. Cuando durante décadas se subvenciona y otorga espacios públicos a quienes pretenden acabar con el propio Estado, situaciones como esta deben parecernos de lo más corriente. No lo es tanto ya el intento de censura desde esa misma estructura estatal, y ello más que nada por incoherente. En momentos como el vivido durante la final, es cuando toca pagar las consecuencia de la crianza de separatistas radicales. Y nada mejor que lo hagan las principales instituciones responsables de ello, monarquía incluída. Responsables en mayúsculas de haber contribuido a que nacionalismos antiespañoles, fundamentados en la más viva manipulación de la historia, hayan ostentado el protagonismo en el proceso de descentralización de nuestro país. En efecto, lo que debía ser el reconocimiento de la singularidad cultural y lingüística de algunas regiones dentro del marco integrador de la nación española, ha desembocado en un marco político esquizofrénico, con situaciones tan esperpénticas como la que tratamos, asemejadas a las vividas en otros países que también adolecen de trastornos mentales similares. Véase Bélgica.
Dijo el monarca hace unos años, tras entrevistarse con Carod Rovira en Zarzuela, que hablando se entiende la gente.
Nos alegramos mucho de que la semana pasada recogiera los frutos de ese diálogo.