¿Hacia dónde camina la Unión Europea? El proceso de integración comunitario sigue su paso en espera de la definitiva entrada en vigor del Tratado de Lisboa,paralizado por el momento y que modificará los Tratados anteriores, el último de ellos el de Niza en vigor desde 2.003, siempre y cuando sea superada la negativa irlandesa.
Este tratado incluye importantes novedades de tipo funcional e institucional en la UE. Dedica un apartado a la democratización y la trasparencia en la toma de decisiones, donde se afirma que el Parlamento Europeo aumentará en número sus competencias sobre las que tenga poder de codecisión, pero al mismo tiempo fija el uso de la doble mayoría para la toma de decisiones en el Consejo. Algo que, presumiblemente, beneficiará los intereses de muy determinados países.
El prestigioso club europeo busca cerrar el proceso de integración en el medio plazo. Es un momento de la máxima importancia, nos atreveríamos a decir incluso, para el continente. La orientación de la que se impregne a este proceso de integración determinará el resultado final. Ahora es cuando entran en juego las concepciones sobre el modelo de Europa que se quiere. El progresivo cierre de competencias comunitarias, la armonización legal a nivel europeo y el desarrollo institucional hará que cada día los cambios resulten más difíciles, por lo que es en estos momentos cuando el proyecto ha de definirse.
El Partido Popular Europeo y el Partido Socialista Europeo, hoy en día principalmente el primero, son los dos grandes grupos que están llevando a cabo la mayoría de las definiciones en el proceso. Y son los gobiernos formados por estos partidos los que perfilan los senderos a recorrer por la UE en las sesiones del Consejo Europeo.
Los retos de la sociedad "globalizada" del siglo XXI, en forma de migraciones, desafíos energéticos y económicos precisan de una posición no sólo única a nivel europeo, sino también, fundamentalmente, independiente y sólida. El nuevo sistema de poder pasa por un modelo multipolar, con algunas potencias consolidadas y otras emergentes. Y en ese escenario, un bloque Europeo tiene mucho que decir.
Para eso, es imprescindible concluir la consolidación de un modelo europeo, en sentido sustantivo.
Pero un modelo al que no responde la actual UE. La ausencia de protagonismo en la política internacional, el modelo fuertemente burocrático a nivel interno y el todavía marcado carácter economicista de la unión, atenuado en los últimos tiempos por instrumentos como la Cara de los Derechos Fundamentales de la Unión, hacen que las perspectivas en torno al bloque europeo no sean las mejores.
Profundizar en el aspecto verdaderamente social, eludiendo la legislación mercantilista y liberal de la que ya hemos puesto algunos ejemplos, fortalecer los lazos de identidad a nivel europeos mediante la potenciación de una cultura común y diversa, que al tiempo respete las particularidades nacionales, y aumentar el papel del Parlamento Europeo son algunos de los cambios deseables para esta Unión Europea.
Y son en esos ámbitos donde deben incidir aquellas fuerzas que pretendan dar un nuevo impulso al proceso de construcción europea.